El Comando Amelia es un comando de alumbrado, barrido y limpieza,
de acción pequeña pero contribuyente.
¡AMELIA VENCE!

sábado, 21 de enero de 2017

En la asunción del 45o. presidente de EEUU. "CAPITOLIO" (de Horacio Fontova - Variaciones Niggerberg)

Empachado de tanta historia de guerra y soberbia, adormecido por tener la cabeza tan cargada de victorias injustificadas, sin casi poder responder a las obsecuencias de los otros, Capitolio, el forastero conquistador de la antigua Mesopotamia, la de los viejos caldeos, es nuevamente proclamado soberano de su Imperio, sucediéndose a sí mismo una vez más, cuando en su piel todavía no termina de secarse algo del agua del Eufrates coloreada por la sangre de los lugareños, el agua de uno de los dos grandes ríos sumerios, de nombre impronunciable por él, y que Capitolio usa para perfumar su frío, avinagrado cuerpo. Siempre seguido por su horda de imberbes, desconcertados, profanadores soldados miopes, pertrechados con la más moderna técnica al servicio del daño, vestidos a la moda caracol terrestre con rayas pardas transversales creyendo parecerse en algo a los guerreros de la antigua Grecia pero sin saber que ni siquiera llegan a ser símbolos de algo humano.
Así es como se realiza su enésima coronación, a la vera de sombrías lagunas teñidas de sangre babilónica, sin dejar Capitolio de impulsar a los gritos, desenfrenadamente, la obsesión de seguir adueñándose de lugares aún no determinados. Está tan cargado de sí mismo que hasta cree ser una de esas hienas que amamantan a los corderos de una oveja tras haberla matado.
El cree repartir las cartas del gran poker de la historia, y en los espejos se ve reflejado como un escuálido, frígido Carlomagno, que tiene como único objetivo seguir expandiéndose como la execrable materia pringosa que es hasta cubrir toda la superficie del planeta, siempre haciendo con su helada mano derecha ese ademán con el que se desprecia y desecha cualquier cosa, como espantando a una mosca.
Tal vez el sabor de la hiel que desde siempre impregna su lengua sea lo que le hace saber que jamás va a descansar en paz y que su próximo eterno futuro transcurrirá en un yermo, solitario, interminable terreno de cascajos, de formas que ya nunca podrá comprender.
Capitolio es el gran jefe de un pueblo engreído y mentecato de obesa raza blanca, y se siente cada vez más orgulloso de la xenofobia que paladea desde su nefasto nacimiento, orgulloso de saberse el más brillante de los engendros. El sólo carga con una vieja intranquilidad, y es que allá en su juventud, al comienzo de su instrucción, muchísimo antes de esta última avanzada, un anciano profeta de raza negra, esclavo de su confianza, se atrevió a predecir que él quedaría inscripto en la historia como un gran conquistador. Pero condenado al aborrecimiento hasta el final de los tiempos.

1 comentario:

Olga dijo...

Notable texto. Ojalá forme parte de un libro.